sábado, 25 de julio de 2009

Oo. Lo gris: esperanza


La esperanza es lo último que se pierde,
Y aún perdida está presente.

La esperanza es ignorar el destino,
desafiándolo con nuestra existencia.



Siete

La jauría cayó sobre ellos como una tormenta de dentelladas.

De los cuatro perros, Alice había abatido uno en plena carrera con una pedrada; Derek había lanzado dos proyectiles de sangre contra el gran lobo, pero sólo lo había alcanzado en el costado. Demasiado poco para detenerlo, lo suficiente para enfurecerlo.

Alice sintió que dos mandíbulas se cerraban sobre sus piernas, inmovilizándola. Gritó de dolor. El tercer perro se lanzó hacia su cara con las fauces abiertas, Alice lo detuvo con los brazos, cayéndose hacia atrás y estampándose contra las rocas. El contenido de la mochila crujió. Sus manos impedían que la mandíbula del perro se cerrara sobre su cara, pero no aguantaría mucho más.

-Derek... –gimió.


Derek estaba plenamente ocupado con el lobo, que lo rodeaba gruñendo, amenazador, sus inteligentes ojos amarillos clavados en los frascos rojos que el médico llevaba en su mano. Cuando dió un paso, el lobo acortó la distancia. Ninguno de los dos atacaba, y se observaban en un extraño baile, calibrando sus posibilidades y esperando un fallo del oponente.


Alice soltó el agarre, y los dientes del perro se clavaron profundamente en sus mejillas. Dentro de la mochila se oyeron crujidos de cristales rotos. No hizo falta más: la ira estalló en Alice, ahogando el intenso dolor de su cara . Gritando, agarró el pelo del animal y estiró hacia atrás. Notó cómo los sucios dientes le rasgaban la cara, pero el perro soltó y Alice aprovechó para agarrarle de la lengua. Sorprendido, el animal intentó soltarse agitando la cabeza, pero Alice le golpeó el hocico con fuerza una y otra vez. No era suficiente. El perro cerró las fauces sobre su brazo, y un reguerillo de sangre descendió por él. Pero Alice, el brazo en la boca del perro, no soltó la lengua, y a pesar del dolor, consiguió aunar sus fuerzas. Estiró.

El perro escupió su lengua entre vómitos rojos, derrumbándose sobre ella.

Alice se desvaneció entre cortinas sangrientas. Los dos otros perros huyeron despavoridos.



Al huír los perros, el lobo perdió un momento la concentración.

Derek aprovechó y le lanzó su sangre enfrascada, pero sólo lo alcanzó en una pata. Rabioso, el lobo se lanzó contra él, Derek se agachó instintivamente y el lobo pasó por encima suya. Cuando aterrizó, la pata le falló y se derrumbó. El médico dejó un frasco en el suelo y le lanzó los restantes, pero no consiguió mucho.

-¡Ven, chucho! –lo provocó.

El lobo gruñó, recuperó su postura y se volvió a lanzar contra él. Derek se agachó de nuevo, pero esta vez el lobo no saltó, sino que le mordió la pierna, obligándole a caer de rodillas. Valiéndose de todo su peso, el lobo tumbó a Derek en toda su longitud. Ahora, lo tenía a su merced. Manteniendo su presa agarrada, el lobo abrió sus enormes fauces...

Pero Derek había contado con eso, y cogió el frasco del suelo, cascándolo como un huevo contra el cráneo del animal. La sangre le chorreó por la cabeza gris, fundiéndosela. A Derek le salpicaron algunas gotas en la cara, pero se alejó arrastrando mientras el lobo agonizaba.

Finalmente, la bestia se derrumbó, muerta.



Derek, la pierna insensible y cegado de un ojo, gateó hasta donde yacía Alice con la cara destrozada.

Al menos, pensó, algunas vacunas se han salvado.

___

El general Malkin, coordinador de la defensa de Mansión Esperanza, deseperaba. Los ataques contra el último bastión de la humanidad aumentaban con cada dia que pasaba, y cada vez eran más peligrosos. “Los de afuera”, como llamaban a la población infectada por IFE, eran cada vez más, y “los de dentro”, cada vez menos. Miss Myrt, presidenta de la Mansión, mandaba ejecutar cada vez a más gente. Todos en Mansión Esperanza estaban vacunados, aumentando el riesgo de una FED. En su fuero interno, Malkin comprendía a Myrt, ya que el mínimo riesgo de que una persona explotara ponía en peligro todas las instalaciones de la Mansión, pero había perdido la fe. Mantenían escaso contacto con las otras Mansiones en el mundo, pero por muy escasa que fuera la comunicación, era imposible no ver que cada vez había menos. Un años atrás habían sido ciento cuarenta Mansiones, ahora eran ciento tres, y Malkin no podía evitar pensar en ellas como dunas de arena ante la marea alta.

Sin embargo, era él el que tenía que mantenerse firme, era él el encargado de defender a aquellos cuyos ojos aún no eran rojos, era él el que tenía que lanzar sus tres escuadrones armados contra aquellos que los atacaban con piedras y cocktails Molotov.

Y, como siempre, se puso la máscara de general impertérrito.


-Adelante –ordenó.


Sus hombres atravesaron la última valla electrificada y salieron al exterior, recibiendo una lluvia de piedras e insultos.

Se oyeron los primeros disparos.


Otro dia más, pensó Malkin, la esperanza sembraría la muerte a su alrededor.




Lo Gris, parte 7: esperanza.
Jens de Fries.



3 comentarios:

  1. Leído. Celebro el cambio de color del fondo ^^

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  2. Jajaja sí me acordé de ti al hacerlo.

    Espero que así sea menos costoso leer. ^^

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  3. Me sigue gustando, mucho suspenso con los perros y los lobos, y pobre de Alice. Seguiré con el que sigue Jencito! XD XD XD

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